sábado, 4 de agosto de 2007

Crónica Urbana

CRÓNICA URBANA

Sólo hay lugar en el mundo en el que se pueda encontrar tantas culturas juntas y que, no sólo se toleran mutuamente, sino que, de cierto modo, se admiran la una con la otra. Ese sitio es el barrio la Candelaria en Bogotá.

En sus calles se respira un aire de nuevo y viejo entremezclados; la gente se confunde entre los altos y modernos edificios que interrumpen el paisaje de las antiguas casas españolas que nos reviven el periodo colonial, y los caminos que los unen, conservan sus viejos nombres para recordarnos que la historia nos formó y que ellas son testigos de los momentos más importantes de nuestra existencia como República.

Se vive un ambiente que la hace otra ciudad, una ciudad totalmente independiente, una utopía de sociedad en la que todas las diferencias son respetadas y se valora la cultura y tradiciones que, al olvidarlas, normalmente hacen que cada vez nos separemos como país y como cultura. Se ven rastas, punketos, gomelos, rappers, metachos etc., todas las nuevas subdivisiones de la juventud de hoy que, de cierto modo, intentan mantener un ambiente de integración, tolerancia y admiración recíproca.

Los cafés, teatros, bares, museos y ferias hacen de la Candelaria un centro de encuentro para las diferentes ideologías; cada persona, cada grupo, cada cultura puede expresarse de la forma que quiera y sus ideas serán acogidas por los demás para formarse una enciclopedia mental de las tradiciones de nuestra sociedad.

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